El Despertar y el cerebro

Bismillahir-rahmanir-rahim

En el Budismo, Buda habló de la iluminación. Una vez le preguntaron a Buda qué era la iluminación, y dijo: “la iluminación es el final del sufrimiento”.

En el sufismo no hay iluminación, no hay un término similar con la connotación que le dio Buda. En el sufismo se habla del despertar, se dice que el hombre está dormido, cosa que Buda de alguna manera también decía. Entonces, el despertar es el final del sufrimiento, y si se dice que la iluminación es el final del sufrimiento, o que el despertar es el final del sufrimiento, entonces se reconoce que de alguna manera sufrimos.

¿Cómo es que un muchacho joven, de veinte años, lleno de salud y de esperanza, de vida y demás, con trabajo y novia, buena plata en el bolsillo, puede sufrir? Sufrir, sufren los pobres, los enfermos, los viejos. Una persona en esas condiciones no debería sufrir. Sin embargo, desgraciadamente, sufren, y parece que siempre hubiera una edad para sufrir ¿no? Salvo la niñez, el adolescente, justamente de ahí viene su nombre, de adolecer, adolece de algo y sufre; después es más grande y sufre, es soltero y sufre, es casado y sufre, se divorcia y sufre, tiene dinero y sufre, no tiene dinero y sufre.

Pero, ¿por qué sufre? y ¿por qué dijo Buda que la iluminación es el final del sufrimiento? Por qué dicen los sufis que el despertar es lo mismo, el final del sufrimiento ¿Qué significa iluminarse, qué significa despertarse? Será cierto lo de la iluminación o será un cuento chino, o un cuento hindú. ¿Por qué sufrimos?

Si le preguntamos a un religioso, de cualquiera de las religiones judía, cristiana o islámica, el religioso nos va a decir que sufrimos porque nos expulsaron del paraíso. En el paraíso no sufríamos. Nos expulsaron y sufrimos. Estamos aquejados de una especie de pecado original que nos hace sufrir. Tanto en el Cristianismo, como en el Judaísmo y en el Islam, el mito de la expulsión del paraíso es casi igual. Es más, en el Cristianismo el mito de la expulsión del paraíso, es de origen judío. No existe un mito cristiano que Jesús (P) haya establecido, porque el génesis es tomado del Judaísmo. Entonces, ¿quiere decir que en algún momento el hombre estaba despierto en el paraíso, o estaba iluminado, después lo echaron y perdió ese estado?

El hecho de sufrir no implica que no seamos capaces de estar alegres. Tenemos alegrías, podemos estar alegres un rato, pero no somos felices. Una cosa es ser feliz y otra es estar contento o alegre. La alegría siempre tiene un motivo, la felicidad no tiene ningún motivo. La alegría siempre tiene un soporte externo. Algo me puso alegre, algo que me pasó o que no me pasó. La felicidad no tiene objeto externo, la felicidad es un sentir. La alegría es un sentimiento.

¿Cuál es la diferencia entre sentir y sentimiento? Sentir es una acción, se produce en el ahora. El sentimiento se produce en el espacio y tiempo, y todo lo que está en el espacio y tiempo, nace, envejece y muere. De manera que las alegrías, como las personas y como todo en el mundo, nacen, se ponen viejas y se mueren. Lo que ayer era una alegría hoy puede ser una tristeza. En cambio, el sentir es una acción en el ahora, no está en el tiempo, entonces, no muere. Esto, evidentemente dicho así, es un mero juego de palabras, es una especie de embaucamiento intelectual. ¿Los estoy embaucando con toda esta palabrería que estoy diciendo? De qué les sirve, de nada. Honestamente, no sirve de nada. ¿Entonces para qué lo digo?, per codere. Si no sirve de nada, para qué lo digo.

En realidad todo lo que se dice acá, lo que me dijo mi maestro, mi Sheij y lo que le dijeron a él, ya lo sabemos. No hay nada novedoso, no hay nada nuevo bajo el sol, todo esto ya está dicho y ya lo sabemos. Pero somos tan tercos, tan olvidadizos, tan empecinados en querer sufrir, que hacemos como que no lo sabemos. A fuerza de hacer como que no lo sabemos, no lo sabemos. Entonces tienen que venir de afuera para decirme cosas que yo ya sé, pero que me empecino en no saber. Esto no lo digo yo, lo dicen los gurúes, maestros, sheijs, los verdaderos y los falsos, todos lo dicen. Los falsos también lo dicen, porque como es una verdad, los falsos también tienen que decirlo. Pero los falsos le quitan o le agregan algo, le dicen a la persona, “usted me necesita a mí, para saber eso” o “si usted no está acá no lo va a saber nunca”, y eso diferencia al maestro verdadero, del falso. Ninguno necesita nada, todos sabemos todo, la verdad está en nuestro corazón.

Fíjense en algo importante: hay gente que dice “creo en Dios”, hay gente que dice: “no creo en Dios”, y hay gente que la cuestión lo tiene indiferente. La creencia en Dios tiene grados, hay gente que cree un poquito, hay gente que cree mucho, y gente que es fanáticamente creyente. Hay gente que no cree en Dios un poquito, hay gente que no cree en Dios otro poquito más, y hay otros que son fanáticamente no creyentes. Entonces, los fanáticamente no creyentes, se pelean con los fanáticamente creyentes. Unos creen en Dios aceptándolo, y otros creen en Dios negándolo. Ah! Eso es un juego de palabras.

¿Por qué se cree en Dios? ¿Quién es que cree en Dios? Me pueden explicar ¿quién cree en Dios? No me digan: “Pepe cree en Dios, mi abuela cree en Dios, mi papá cree en Dios. Yo creo en Dios” ¿Quién o qué cosa cree en Dios? Se han puesto a pensar, qué cosa cree en Dios. Ustedes son chicos jóvenes, inteligentes, yo estoy en el ocaso de mi vida. ¿Quién cree en Dios y quién no cree en Dios?

Quien cree en Dios y quien no cree, es el cerebro. ¿Qué otra cosa hay? ¿Hay otra cosa en el mundo que no sea el cerebro humano? ¿Qué es lo único que piensa sobre el planeta tierra?, el cerebro humano. No hay otra cosa que piense. El cerebro humano es el que cree en Dios, o el que no cree en Dios. Pero, es el propio cerebro ¿o no? o ¿me estoy equivocando? No vengamos con esas cuestiones de tipo simbólico, “es el corazón”. Sí, es el corazón, pero si a mi me tocan alguna cosa en el cerebro, en el corazón no pasa nada. Debe querer decirse otra cosa con “el corazón”. Pero todo está acá (el cerebro) y es una maldición, y es una bendición. Entonces, cómo es posible que este cerebro crea en Dios, y cómo es posible que este mismo cerebro, puesto en otra persona, no crea en Dios.

El cerebro es un microcosmos, o sea es un cosmos en chiquito. En el cerebro está todo lo que tiene que haber en el gran cosmos: agujeros negros, galaxias, soles, lunas, planetas y asteroides; que serán llamados de otra manera: neurotransmisores, neuronas, sinapsis, y todo lo que ustedes quieran. El cerebro para funcionar necesita de un orden inteligente, que proyecta en todo lo que ve. Por eso los estudiosos de su funcionamiento han llegado a ciertas conclusiones con respecto a cómo trabaja el cerebro. ¿Por qué le gusta la belleza y por qué no le gusta lo feo? Al cerebro le gusta la belleza, porque en la belleza se refleja su funcionamiento, su orden, su propia belleza. El cerebro se solaza viéndose afuera, reflejado en una obra de arte fabricada por sí mismo, porque el que hizo la obra de arte, fue un hombre, fue el cerebro de un hombre que proyectó hacia fuera lo más bello del orden que tiene en sí. Entonces, el cerebro mira y se ama a sí mismo, viéndose en esa obra. Si el cerebro tiene el concepto de lo hermoso y lo perfecto, tiene que tener forzosamente el concepto de Dios, que es lo supremamente hermoso y lo supremamente perfecto, como concepto; como concepto. Si los propios libros sagrados dicen que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, ese cerebro funciona de esa manera: a imagen y semejanza de su creador, y si Dios creó los universos, porque era un tesoro escondido y quiso conocerse, según dice Él mismo, lo mismo pasa con el cerebro humano. Porque el cerebro humano es un reflejo de su Creador. En el cerebro humano, en su funcionamiento, está implícito el concepto de Dios, que es el concepto de lo más hermoso y perfecto posible, a lo cual se le ha dado un nombre, Dios, Allah, Jehová, como quieran. Ésa es la prueba mayor, la prueba está en sí mismo, en el propio funcionamiento del que emite la prueba, que es el mismo cerebro que dice: “Dios existe”, “Dios no existe”.

Nosotros siempre estamos poniendo todo afuera, por eso no nos podemos despertar, por eso estamos dormidos. Por eso todas estas cosas que digo resultan extrañas, porque siempre ponemos todo afuera. Todo viene de Allah, todo vuelve a Allah. Todo viene del hombre, todo vuelve al hombre. A Allah nosotros lo ponemos, no se dónde. ¿Dónde está Allah? ¿Qué es Allah? ¿Es una persona, es un superhombre? ¿Es un súper ego, es un no se qué? ¿Es una cosa, es un personaje? ¿Es algo, es nada? ¿Es una energía? Pero siempre, energía, hombre, súper hombre, viejo de barba, o lo que sea, siempre afuera. Por qué afuera, en dónde, ¿afuera en el cielo? No existe tal cielo. Salgan con un cohete de la tierra y van a ver que no hay ningún cielo. Ni arriba, ni abajo, ni nada. ¿Por qué no nos podemos despertar? Porque todo lo ponemos afuera. Todo está afuera, Dios está afuera. El cielo está arriba, la tierra está abajo. Espacio, tiempo.

Dios está operando en mi cerebro. Mi cerebro es a imagen y semejanza de Él, ya empezamos a dar un paso para adentrarnos. Al ver la propia belleza de mi funcionamiento, de este cerebro, que está hablando ahora y que está funcionando para emitir ideas y palabras, veo la belleza de su Creador, que es Allah, ¿de qué otra forma lo puedo ver? Adquiere un significado total aquello que dijo Allah en el sagrado Corán, “Yo estoy más cerca vuestro que vuestra propia sangre”. Sino, eso no tiene ningún sentido. No nos podemos despertar, pura y simplemente, porque siempre Lo estamos poniendo afuera. Al ponerlo afuera, nos separamos de Él, y si estamos separados de Él, sufrimos. Sufrimos vanamente, porque todo ese sufrimiento es un invento, absoluto y total.

Por eso es que decía Buda, que había que salir del samsara, de la rueda del sufrimiento, y por eso decía el Profeta Muhammad (BP) “Despierten antes de morir”. Larguen el sufrimiento. Pero mientras estamos dormidos es muy real. Vuelvo a repetir: ¿por qué estamos dormidos?, porque a Dios siempre lo ponemos en alguna parte, menos donde debe estar (Baba se señala el pecho:) Aquí. Entonces está Dios allá y yo acá. Entonces si yo estoy separado de Dios, sufro, estoy alienado, es un término clínico. Estoy separado, estoy loco. Qué es un alienado: un loco. Loco, dormido, velado, como quieran llamarlo. Una palabra moderna sería: loco. Estoy alienado, estoy separado, y los locos ven cosas donde no hay nada, que es lo que nos pasa a nosotros. ¿Qué hay que hacer?, ¿convertirse en un monje budista? ¿Meterme en un convento? No, hay que meterse en la vida y nadar en la vida, porque la vida es Dios, si yo me meto en un convento, me separo más de Dios todavía. Y los problemas que tengo es Dios en acción. Cuando alguien comprende todo eso, con toda su magnitud, su belleza, y su eternidad, está despierto, ya no sufre más. ¿Sufrimiento de qué? Si ya no hay nada por lo que sufrir. Me dejó mi mujer, alhamdulillah. Se quedó mi mujer conmigo, alhamdulillah. Conseguí un buen trabajo, alhamdulillah. Me echaron, alhamdulillah. Si todavía, después de haber escuchado esto, y comprenderlo a fondo, hay algún derviche mío que quiera venir a hablar de sus problemas cotidianos de hemorroides, que se abstenga.

Esa es la diferencia entre el dormido y el despierto, entre el ignorante y el iluminado. ¿Qué es la iluminación?, le preguntaron a Buda. Es el cese del sufrimiento. ¿Qué es la iluminación?, le dijeron a Abd Al-Qadir Al-Yilani. Es el cese del sufrimiento, pero no es iluminación sino el despertar, que es lo mismo. Ha llegado el día, viene el sol, te pega en los ojos, te iluminas, te despiertas.

Ese esfuerzo condenado que hacemos, de la mañana a la noche para defendernos de lo inexistente, y defender nuestra imagen; que es tan valiosa para nosotros mismos, que la estamos defendiendo a capa y espada contra todo el mundo; nos llena de estrés. Nos llena de estrés, vivimos como el hombre de las cavernas, que asomaba la cabeza para ver si venía un velocirraptor. No hay más velocirraptores, pero están nuestras esposas, están los acreedores, como tiranosaurios rex.

La forma más bella, o certera de expresar la diferencia entre un dormido y un despierto, y que leí en algún lugar, es la siguiente: (Dice el discípulo) “dígame una cosa maestro, ¿qué hace un hombre despierto si pasa por un lugar donde lo está esperando un francotirador para matarlo?” (El maestro responde) “un hombre despierto no pasa por ahí”. Un hombre despierto no se mete en problemas estúpidos, no pasa por ahí. El sufismo es la ciencia del despertar. Todos los que estamos acá, estamos despiertos ¿o no? ¿Por qué ponen esa cara de duda?

Dios navega por nuestra sangre y se refleja en el funcionamiento perfecto del cerebro y el cuerpo, que es lo más bello que hay, lo más complejo y lo más indescifrable. El concepto de divinidad y de perfección, está en el propio cerebro, por eso, cuando ve algo hermoso, lo ama. Porque el cerebro ama su propia perfección, porque el cerebro es perfecto. Porque es a imagen y semejanza del Señor. Por eso es que el hombre viene con la fe implícita. Pero después se hace el olvidadizo.

Dicen los sufis: “Si empleas tu mente, no te despiertas”, pareciera que esto tira abajo todo lo que yo dije. La trampa está en esto: Si tengo un cerebro perfecto, me envanezco y me engrandezco, y me parece que ese cerebro es producto de la evolución darwiniana, de mi propia herencia genética, de mi capacidad y todo lo demás. Me alejo totalmente de algo espiritual. Todo lo meto en mí ego, Ernesto Ocampo, es el producto de la evolución darwiniana, y soy un genio, etc. Ahí el cerebro juega en contra. Porque el cerebro también juega en contra, no es todo a favor, excepto si el cerebro ve su propia belleza, como reflejo de Dios.

Sin ese concepto de ser hecho a imagen y semejanza de su creador, no habría belleza en el cerebro humano, que crea todo bello y lo que ve bello. No hay otra cosa sobre la tierra que vea la belleza, que no sea el cerebro humano. Un gato no ve esa belleza, ve otra cosa. Un ratón, tampoco. Una cucaracha, tampoco. Un elefante, tampoco. Ven otra cosa. No hacen salat, adorarán a su manera, pero no hacen salat. No dicen “Dios”. Ni tampoco discuten que no exista. El único que tiene esa capacidad, es el cerebro humano, hecho a semejanza de su Señor.

Si el cerebro ve que esa es en realidad su belleza, ahí empieza a aparecer el Aql Qudsí.

Ése, es el Aql Qudsí, ahí opera. Pero hay que dar un salto quántico, un salto calificativo, sino, nos quedamos entrampados en los laberintos del cerebro. El cerebro es laberíntico, es muy laberíntico, incluso en su forma, parece un intestino todo enroscado ahí, a veces produce excremento que sale por nuestra boca. Sí, es un entrampamiento. Todo muy sencillo y muy complicado a la vez, porque el cerebro nunca se pone a reflexionar sobre si mismo, siempre buscamos cosas afuera. Cuando Allah crea al primer ser (el Aql Qudsí), éste dice: “Yo fui creado”, y ve la belleza de su Creador, y se da cuenta que nunca lo va a contactar. Pero el segundo emanado (Adam), dice: “no, yo me cree a mi mismo”, y ahí sonó.

No puede haber amor, belleza y sentido de Dios, sino es a través de un órgano que ha sido creado a imagen y semejanza de Él. Esa es la mayor prueba que tenemos de la existencia de Dios, no hay una prueba mayor. Pero el cerebro como creador, puede crear muchas cosas, incluso puede crear elaboradas teorías y filosofías para negar la existencia de su Creador. Es como una computadora que niega que haya sido fabricada. No creo que haya muchas más cosas que decir acerca de esto.

Assalamu Alaykum.

Sohbet pronunciado por el Sheij Abdel Qader Al Halvetti Al Yerrahi en el Dergah de Buenos Aires, Argentina, el dia 19 de Abril de 2008.