El hombre exterior y el hombre interior
Bismillahir-rahmanir-rahim
Nosotros nos reunimos todos los sábados con un propósito, que es enunciado de distintas maneras, bajo distintas formas y ángulos, pero que en el fondo siempre es el mismo propósito, conocernos a nosotros mismos, despertar del sueño en el que estamos inmersos.
Hay un dicho sufi, no sé si es un hadiz, que dice: “Conócete a ti mismo y entonces conocerás a tu señor”.
Todos los sábados indefectiblemente, venimos aquí y hablamos del mismo tema, aunque lo abordemos desde distintos ángulos y bajo distintos formatos, es la necesidad de que el hombre se conozca a sí mismo y despierte de un estado de sueño. Todo esto basado en lo que el Profeta Muhammad (BP) pronunció muchas veces; que estamos dormidos, que tenemos que despertar antes de morir, que mientras el hombre está vivo sobre la tierra está dormido y cuando muere despierta; decía en una forma muy enfática: “despierten antes de morir”.
Los sufis dicen que el hombre está en un estado de sopor, un estado que no difiere mucho de su estado de sueño nocturno, no se conoce y por lo tanto sus actos son violentos e inconscientes, como dice el Corán refiriéndose al ser humano, como dice Allah en su Sagrado Libro.
En base a todo esto, nosotros abordamos este tema siempre, tratamos de que cada uno de nosotros vaya compenetrándose de este tema, lo vaya internalizando, entendiendo y comprendiendo, hasta que finalmente, forme parte de su ser y se convenza profundamente que en el estado en que estamos no podemos continuar.
El estado en que estamos todos, no importa que nos vaya bien o mal en la vida. Podríamos decir que aquellas personas a las que les va bien (cuando decimos que esto nos referimos a alguien que goza de una buena salud, posición económica, familia, trabajo, amigos, etc.) es alguien que “no necesita nada más”. Mientras que la persona necesitada, sería una persona que no tiene alguna de estas cosas, que goza de mala salud, que no tiene dinero, que es indigente etc.
Sin embargo, los sufis dicen que la persona que tiene más bienes, que está mejor en la vida, es la que peor está en cuanto a su estado interior, porque no busca nada, porque está conforme con lo que tiene. Mientras que la persona que es un indigente, que está mal en uno de esos aspectos, le pide al Señor cambiar, mientras que la otra, le pide al Señor que no cambie nada.
Tanto los que están bien desde este punto de vista externo como los que están mal desde este punto de vista externo, están para los sufis, dormidos. No importa lo bien que les vaya en la vida, porque el despertar es un estado de la conciencia, que no está relacionado con los “sucederes” de la vida, sino con un estado natural del ser humano, que nace despierto, se duerme, y muere dormido. Dicen los sufis que en el estado de sueño, su alma no aprende nada, es decir, viene totalmente inocente en muchos sentidos y se va en el mismo estado, o mucho peor: se va habiendo aprendido los malos hábitos del ser humano que la albergó durante treinta, cincuenta o setenta años, etc. Con lo cual el alma, crea para sí misma, lo que en las religiones se llama situación de Paraíso o situación de Infierno.
Si nosotros llegamos a convencernos de que estamos dormidos, lo cual de por sí es muy difícil, porque ninguno de nosotros lo admite o lo percibe en sí mismo; si alguno de nosotros llegara a percibirlo, a admitirlo, lo primero que debiéramos hacer, sería saber cuál la manera de salir de esa situación.
Podríamos decir que todo ser humano, hombre o mujer, rico o pobre, feliz o infeliz, hermoso o feo, está formado por dos entidades: una exterior y una interior. La entidad exterior es la que todos vemos, es la que se conecta directamente con el mundo; es la que camina por el mundo, hace negocios, se casa, se divorcia, la pasa mejor, la pasa peor, se enferma, se cura; esa entidad externa que es puro cuerpo y forma, tiene un fin inevitable, la muerte. Por más inteligente que haya sido, por más genio que haya sido, por mejor persona que haya sido, se muere igual, y podemos decir que el ser humano se muere desde que nace. Desde el mismo momento de nacer se produce un proceso de muerte a medida que van pasando los días, meses, años, lustros, décadas, etc.
Pero el ser humano no tiene percepción de que se está muriendo, es más, rechaza con mucho énfasis, con mucha fuerza, la idea de que se va a morir, no le gusta que se lo digan, pese a que está rodeado de gente que se muere, crea todo un aparataje para evitar apercibirse de la idea de la muerte. Es más, la sociedad occidental toma como de mal gusto hablar de la muerte, no siendo así en la sociedad oriental (hay una clara diferenciación); es un tema tabú, un tema del que no está bien hablar, un tema del cual es feo hablar; socialmente no está bien hablar de la muerte. En Oriente las cosas pasan de manera distinta. Yo he viajado a Oriente y todas las personas que hayan tenido la oportunidad se dan cuenta de que el oriental, toma la muerte con mucha naturalidad, como algo perteneciente a la vida, no como opuesto a ella.
La vida existe porque existe la muerte, es una cuestión un poco difícil de concebir, pero el oriental lo concibe así, y no teme a la muerte en la misma medida que el occidental. En realidad, todas las religiones apuntan a que el ser humano se acostumbre a la idea de la muerte, las religiones judía, cristiana, islámica y budista. Incluso, las antiguas religiones tomaban la muerte como una cuestión muy natural, y formaba parte de las enseñanzas. Hoy por hoy todo eso se perdió y salvo en raras ocasiones se aborda este tema.
Habíamos dicho que hay un hombre exterior. El hombre exterior es aquel que se muere; nace, crece, se desarrolla, y muere. El hombre interior, es un hombre invisible. Cuando yo hablo de hombre, no hablo del género masculino, hablo en una forma universal. No sé, serán los machistas que crearon decir “hombre” abarcando a hombres y mujeres. Pero hay otra razón más profunda por la que se dice “hombre”, claro, porque se entiende que, lo espiritual es viril, pero bueno, no vamos a entrar en eso.
El tema es que el hombre interior es inmortal, el hombre exterior es mortal; el hombre exterior es esto que se ve, el hombre interior es invisible al ojo, no solamente al ojo que lo mira sino al propio ojo de uno mismo. Uno se concibe únicamente como hombre exterior, sufre y se afana nada más que por el hombre exterior. Es decir, que cuando al hombre exterior le van bien las cosas, uno se siente feliz, contento, etc. y cuando al hombre exterior le van mal las cosas uno se empieza a sentir desgraciado.
Del hombre interior nadie habla, nadie lo ha visto, no se percibe. Entonces de algo que no se percibe, que no se ve, que no se toca, que no es mensurable, no se puede hablar. Es más, se pone en gran cuestionamiento: ¿existe el hombre interior?
Cuando empecé con este tema dije que hay un hadiz que dice: “Conócete a ti mismo y conocerás a tu Señor”. Cuando se habla de “conócete a ti mismo”, se habla del hombre interior, no se habla del hombre exterior. Nosotros no tenemos que conocernos a nosotros mismos desde un punto de vista psicológico: freudiano, lacaniano, jungniano, etc. Ese conocimiento que aporta la psicología es un conocimiento del hombre exterior, por más profundo que sea, solo aborda al hombre exterior, a sus componentes y a su praxis.
Del hombre interior la psicología no aborda nada, porque no lo conoce. Incluso algunos psicólogos que se atrevieron a tocar el tema del hombre interior, tuvieron que desdecirse públicamente, por temor a la santa inquisición científica. Jung, quien tocó el tema del hombre interior, se disculpó de una forma terrible a través de sus escritos, para que no llegaran a confundir su abordaje de este tema con algo que fuera más allá de lo científico. Si bien Jung se separó de Freud justamente por este tipo de motivos, él no podía abandonar todo el aparataje, todo ese estamento, toda esa inteligencia de los institutos psicológicos; en pocas palabras: hubiera sido echado, no hubiera podido trabajar más. Es muy interesante ver en los libros de Jung, cómo llega una instancia en que la cosa no se explica desde un punto de vista psicológico, y como él empieza a disculparse acerca de esta situación. No sé si han leído algo de Jung, pero es bastante llamativa la forma en que lo hace.
El hombre interior solamente es abordado por las religiones y por las corrientes metafísicas de las religiones. Es más, la religión, en su estamento más externo, sea islámica, judía o cristiana, hace alusión al hombre interior, pero no lo aborda en profundidad. Lo menciona como una posibilidad, pero no lo aborda en profundidad, lo menciona como una posibilidad, pero no lo explica. Solamente el sufismo lo explica a fondo, y explica cual es la función y el destino de ese hombre interior. Con el Judaísmo y el Cristianismo pasa lo mismo, las tres religiones hablan de una vida post mortem que evidentemente no es la vida del hombre externo. El hombre externo no tiene vida post mortem, es enterrado y se pudre en la tierra.
Sin embargo, el abordaje hacia el hombre interior es bastante ambiguo en algunos casos. Entonces, así como hay un hombre exterior y un hombre interior, hay libros para el hombre exterior y libros para el hombre interior, y no digo distintos libros, el mismo libro, pero visto desde profundidades diferentes. Por eso es llamativo como es que (para mencionar el más conocido, pero no el único), Ibn Arabi, cuya vasta obra está a disposición de todos y de la cual mucha está traducida al castellano, así como otros Sheijs tan importantes o más importantes que Ibn Arabi, hablan del Corán de una manera asombrosamente distinta a su interpretación literal.
La interpretación literal del Corán pertenece al hombre exterior. El Profeta Muhammad (BP) habló de siete profundidades del mismo libro, o sea, del Sagrado Libro, el Corán. Hay siete profundidades del Corán, que se corresponden con los aparentemente siete cuerpos del hombre y siete inteligencias. Nosotros conocemos nada más que esta, y no conocemos las que le siguen, y por eso estamos dormidos. Si nosotros tenemos siete cuerpos, si eso es cierto, si los hombres de sabiduría lo han dicho, ¿cómo es posible que conozcamos a uno solo de esos siete hombres que somos?, o siete mujeres, es lo mismo. ¿Cómo es posible?: Estamos en un estado de sueño.
El Corán al Karim tiene en su desarrollo y en sus expresiones muchas aluciones a ese hombre interior, son suras muy misteriosas. La sura de la Caverna, la sura del Trono, la sura de José (P), la sura del encuentro de Jedr (P) con Moisés (P), son suras sumamente misteriosas y que no pueden ser explicadas de forma literal. Cuando el profeta José -Yusuf- (P) era un niño, fue y le dijo a su padre, “anoche tuve un sueño en el que vi que once estrellas, el sol y la luna que se prosternaban frente a mí” y el padre le dijo, “no le cuentes esto a tus hermanos porque ellos te van a tomar envidia y te pueden hacer daño”. Eso que dijo José siendo un niño a su padre, se convirtió en una profecía, porque con los años cuando José ya era un hombre mayor y era un ministro de confianza de la corte del Faraón, su familia vino a él, se prosternaron ante él y reconocieron su grandeza, y ahí se hizo cierta la profecía de José.
La historia de José es largamente relatada en el Corán, por supuesto, esto que estoy relatando no es ni siquiera un abordaje directo a toda la historia de José, sino que no es más que una mención.
Cuando los hermanos de José empiezan a envidiar la preferencia que tenía su padre por él, finalmente deciden matarlo. ¿Cuál es la diferencia entre ese hecho de los hermanos que deciden matarlo y lo que hacemos nosotros en nuestra vida cotidiana por envidia? Está bien, creo que ninguno de nosotros ha matado a nadie, sin embargo nosotros en los sueños matamos gente por envidia. ¿Ustedes no creen eso? ¿Nunca mataron a nadie en los sueños? Es más, les voy a decir algo: ¿nunca soñaron que alguien se estaba por morir y ustedes lo salvaban? Ustedes qué creen que es eso, que ustedes son héroes que salvan a gente en sueños, o que son los suficientemente astutos como para enmascarar los deseos de muerte en un sueño salvando a alguien que ustedes quieren matar. Bueno, vamos a dejar estas sutilezas.
José era un experto en la interpretación de sueños. ¿Quién le enseñó a José a interpretar sueños? ¿Dice el Corán al-Karim que alguien le enseñó a interpretar sueños? No, el Corán al Karim dice que José fue metido en una especie de aljibe, o algo parecido, donde sus hermanos caritativamente lo metieron para que se muriera, porque fueron lo suficientemente astutos como para no matarlo. No le pegaron un lanzazo, no lo tiraron por un barranco, ni lo abandonaron, simplemente así como al pasar lo metieron en un pozo y fueron, mancharon sus ropas con sangre falsa y dijeron: “oh! papá nosotros fuimos hacer nuestras cosas y a José se lo comió el lobo, los lobos se lo comieron, acá está la prueba, la ropa ensangrentada de José”.
Yo dije antes, que si vemos en un sueño que alguien se va a tirar por un barranco, alguien a quien nosotros tenemos una envidia oculta, una bronca oculta, entonces nosotros queremos que se caiga por el barranco. Pero no podemos hacer eso desembozadamente en el sueño, entonces qué hacemos, y tratamos de salvarlo pero oh! casualidad, justo antes de que lleguemos a agarrarlo se cayó por el barranco. ¿Otra vez estoy siendo poco sutil? Bueno, la misma sutileza de los hermanos de José. José fue metido en el pozo, en el aljibe, para que se muriera, para que se muriera, para que se reventara ahí.
Pero Allah tenía otros planes, porque pasaron unos caravaneros y lo salvaron. Dentro de ese pozo, dicen los hombres sabios, José recibió la ciencia de la interpretación de sueños, porque en el fondo de ese aljibe había una caverna, esto no está en el Corán; esto lo dicen los hombres sabios, lo dicen los sufis, que como ustedes saben son medio locos, y por ahí se inventaron esta historia. Pero dicen que el fondo del aljibe daba a una caverna donde José aprendió la interpretación de sueños. Cuando José fue rescatado de ese aljibe, llevado a la corte del Faraón y puesto al cuidado de un hombre que estaba casado, cuya esposa se enamoró perdidamente él, José ya sabía interpretar sueños. Cuando fue encarcelado porque esta mujer dijo que había sido él quien la había querido atacar y no ella, como tenía la camisa rasgada por atrás se evidenció que ella lo había perseguido a él y no él a ella, de todas formas lo metieron en la cárcel, porque la señora tenía sus vinculaciones políticas. En la cárcel José interpreta sueños a dos presos, o sea que ya sabía interpretar sueños. Parece que era un tipo buen mozo, un Brad Pitt de la antigüedad, las mujeres cuando José entraba se cortaban los dedos cortando zanahorias con el cuchillo, eso también está relatado en el Corán al-Karím.
José aprendió a interpretar sueños en ese aljibe en que fue echado por sus hermanos y ellos lo echaron ahí para conocer uno de los mejores atributos que puede tener un ser humano: el arrepentimiento. Todos estamos casi obligados a hacer el mal porque somos violentos e inconscientes. De alguna manera, hacemos mal, a alguien le hacemos mal. Cuando alguien se arrepiente de un mal que hizo, se despierta un poquito. Una persona que no está aunque sea “un poco” despierta, nunca se arrepiente porque nunca cree ser culpable de nada.
Una de las cosas más asombrosas que hay son los asesinos que dicen: “yo no lo maté”, pero esto ya cuando tienen la condena, cuando están condenados, cuando el juez determinó que tienen 30 años de cárcel; ya no es un motivo de defensa, ya ha sido demostrada su culpabilidad, y sin embargo siguen sosteniendo, “yo no lo maté”, y no lo dicen por mentirosos, sino porque están dormidos y no se dan cuenta.
Uno de los más bellos rasgos de un ser humano, es la capacidad de arrepentimiento. El que no tiene capacidad de arrepentimiento tiene vedado el paraíso, las puertas del paraíso están cerradas para él, porque todos nosotros en el algún momento de nuestra vida hemos hecho mal a alguien, a un gato, a una cucaracha, a un perro, a otro ser humano, a alguien, a algo. Hemos depredado, hemos salido de caza, a matar pajaritos con rifles de aire comprimido, hemos matado, no se rían porque es cierto, hemos destruido plantas, hemos cortado ramas de un árbol que no era necesario cortar, hemos hecho daño a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros hijos, a nuestros vecinos, a nuestros empleados, a nuestros jefes, a alguien hemos hecho daño, siempre, siempre. Si no tenemos capacidad de arrepentirnos, no somos verdaderos seres humanos.
Entonces cuando a José lo echaron al aljibe y luego se les preguntó a sus hermanos por qué lo habían hecho uno de los hermanos dijo, “para arrepentirnos”. Así que arrepiéntanse, y lo estoy diciendo en serio, arrepiéntanse de lo que hicieron mal, porque seguro que hemos hecho mal algo.
El hombre exterior nunca se arrepiente, el hombre interior se arrepiente.
Volviendo de nuevo a lo que estábamos hablando al principio: el hombre interior y el hombre exterior. El hombre exterior es mortal, se pudre en la tumba y no se arrepiente de nada, siempre le echa la culpa a los demás de todos sus actos, siempre se ve auto justificado por sus actos, “yo le pegué porque él me pegó primero”, nunca se arrepiente de nada. El hombre interior es inmortal y se arrepiente. Para el hombre exterior el Corán es nada más que premios y castigos, se abre el Corán y dice, “no, este es un libro en el cual todo es castigo, no se puede dar un paso que Allah te está pegando un garrotazo, qué clase de libro sagrado es este”.
El hombre interior ve el Corán al-Karím, el Corán generoso, sino, lean a Ibn Arabi con los significados que él le encuentra al Corán. O a cualquier Sheij que tenga revelado en sí mismo al hombre interior. El hombre interior es invisible, cuando dice el Profeta Muhammad (BP) “conózcanse a sí mismos y conocerán a su Señor”, ése es el Señor nuestro, nuestro hombre interior, nuestra alma, el califa de Allah. Nuestro hombre interior es el que sabe permanentemente si estamos haciendo las cosas bien o mal y es nuestro juez interno, el que nos dice si estamos bien encaminados o mal encaminados, el que nos da la generosidad, la paciencia, el valor, la veracidad.
El hombre exterior es un animalito salvaje que siempre está defendiéndose de todos y de todo, y está atacando a todos y a todo, el que vive en un estado de estrés permanente, el estrés es propio del hombre exterior, porque el hombre exterior siempre se está defendiendo de algo, entonces vive estresado, se defiende del vecino, etc. Es increíble como el hombre exterior comete pecados o cosas erradas, es peor, no quiere que nadie se entere, o sea que es capaz de cometer las atrocidades más grandes del mundo pero que nadie se entere. Por qué “que nadie se entere”, porque teme que su imagen sea dañada socialmente, ¿cómo a un pedófilo se lo va a acusar de pedófilo en la familia?, o a un estafador, hay que mantenerlo oculto. Hay casos que son extremos, hay casos que son aberrantes, el hombre exterior siempre se está haciendo pasar por lo que no es, no es Sheij y se hace pasar por Sheij, no es maestro y se hace pasar por maestro, es nada y se hace pasar por alguien.
Assalamu Alaykum.
Sohbet pronunciado por el Sheij Abdel Qader Al Halvetti Al Yerrahi en el Dergah de Buenos Aires, Argentina, el dia 19 de Julio de 2008.