El nacimiento del Profeta (BP) según las fuentes más antiguas

Tenéis por cierto en el Mensajero de Dios un bello y perfecto ejemplo para quienes tienen su esperanza puesta en Dios y en el Día Final y que recuerden a Dios abundantemente. (Corán: 33:21)

De ninguno de los grandes Profetas hay tanta información como la que tenemos los musulmanes sobre Muhammad el Mensajero de Dios (BP). Las colecciones de hadices nos describen su comportamiento con detalle y precisión, en multitud de situaciones atestiguadas por cientos de personas y transmitidas y registradas para la posteridad. Además de los hadices, otra fuente importante sobre su vida es la Sīra nabawīya, o “biografía profética” donde se han ordenado cronológicamente todos los hechos de su vida debidamente certificados por historiadores y tradicionistas.

La obra más famosa y antigua que ha llegado completa hasta nosotros sobre la vida del Profeta (BP) es la Sīra de Ibn Hishām (m. en el 218 de la Hégira, 833 d.C.)[1], que se basa en una obra anterior que no se ha conservado completa, la Sīra de Ibn Isḥāq (85 H./704-150 H./767), a la cual cita constantemente en su trabajo (señalando: “Dice Ibn Isḥāq…”). La obra de Ibn Hishām abarca dos grandes volúmenes en árabe en ediciones modernas[2], y todas las biografías posteriores (de historiadores o literatos, antiguas o modernas) se basan en ella.

Del relato de Ibn Hishām destacan los hechos milagrosos que antecedieron al nacimiento del Profeta (BP) y que signaron su primera infancia y del cual seleccionamos algunos pasajes que presentamos en lo que sigue.

A modo de introducción digamos —resumiendo el relato del autor— que ‘Abd Al-Muttalib, el abuelo del Profeta (BP), jefe del clan de Hāshim y que tenía un solo hijo, con motivo de la excavación del pozo de Zamzam con tan poca ayuda hizo la promesa de que si le nacían diez hijos sacrificaría a uno de ellos ante la Ka’ba. Finalmente tuvo diez hijos, y debió comunicarles su promesa que aceptaron cumplir. Para decidir quién sería sacrificado sorteó entre ellos echando suerte con las flechas[3]. El seleccionado con este método fue su hijo menor, ‘Abd Allah, el padre del Profeta (BP).

“Pero era ‘Abd Allah —según sostienen— el más amado de los hijos de ‘Abd Al-Muttalib…”[4], y cuando lo tomó de la mano dirigiéndose a la Ka’ba para cumplir con su promesa, varios lo interceptaron para disuadirlo, mientras el futuro padre del Mensajero de Dios recibía numerosas muestras de cariño, hasta que alguien le sugirió no sacrificarlo y consultar a un adivino para ver cómo resolver esta trágica situación pagando por él un rescate. Le sugirieron consultar a una mujer (llamada ‘Arrāfa) que vivía en Yazrib (Medina) y recibía noticias de un [ŷinn] seguidor [que le comunicaba noticias de lo oculto]. Hacia allí se trasladó ‘Abd Al-Muttalib, encontrándola en Jaybar. Le expuso su caso y ella dijo: “ ‘Idos hoy hasta que venga mi seguidor y le pregunte’. Volvieron y cuando salían de su casa ‘Abd Al-Muttalib se detuvo a suplicar a Dios. Por la mañana fueron a verla y les dijo: ‘Me han llegado noticias. ¿Cuál es el precio de sangre entre vosotros?’. ‘Diez camellos’, le respondieron, y así era. Dijo ella: ‘Volved a vuestra ciudad y luego ofreced un sacrificio por vuestro sujeto [e.d.: ‘Abd Allah] de diez camellos, y sometedlo a la consulta de las flechas. Si sale elegido vuestro sujeto, aumentad diez camellos, y así hasta que complazca a vuestro Señor. Y cuando las flechas se decidan por los camellos, sacrificadlos por él y vuestro Señor quedará complacido y estará a salvo vuestro sujeto’”[5].

Volvieron a Meca e hicieron lo indicado. Nueve veces las flechas eligieron a ‘Abd Allah —y cada vez su padre suplicaba a Dios—, hasta que al ofrecerse cien camellos por su vida, las flechas se decidieron por los camellos. “Entonces dijeron los qurayshíes y los presentes: ‘Se ha logrado la complacencia de tu Señor, oh ‘Abd Al-Muttalib’. Y afirman que él dijo: ‘¡No, por Dios, hasta que lo ratifique tres veces!’”[6]. Y así lo hizo tres veces, y todas ellas las flechas eligieron a los cien camellos por la vida de ‘Abd Allah.

“La mujer que se ofreció para casarse con ‘Abd Allah[7]

Rechazo de ‘Abd Allah de la mujer que se le ofreció. Dijo Ibn Isḥāq: Luego [de la inmolación de los cien camellos ofrendados por ‘Abd Al-Muttalib a cambio del sacrificio de su hijo ‘Abd Allah] se alejó ‘Abd Al-Muttalib llevando de la mano a ‘Abd Allah, y pasó —según sostienen— junto a una mujer de los Banū Asad…[8] que era hermana de Waraqat Ibn Nawfal, y que se encontraba junto a la Ka’ba. Ella le preguntó, cuando observó su rostro: ‘¿Hacia dónde vas, ‘Abd Allah?». Respondió él: Con mi padre’. Exclamó ella: ‘¡Obtendrás igual cantidad de camellos que los que han sido sacrificados por ti [cien], si me desposas ahora!’. Contestó: ‘Estoy con mi padre, y me es imposible contrariarle ni abandonarle’.

El casamiento de ‘Abd Allah con Amina bint Wahab. Siguió con él ‘Abd Al-Muttalib hasta que llegaron a lo de Wahab ibn ‘Abd Manaf…[9], quien era por entonces el jefe de los Banu Zuhra por descendencia y por mérito, y desposó [a ‘Abd Allah] con su hija Amina bint Wahab, quien era entonces la mejor de las mujeres de Quraysh en genealogía y posición.

Las madres de Amina bint Wahab. (…)[10]

Lo que ocurrió entre ‘Abd Allah y la mujer que se le había ofrecido luego de la consumación del matrimonio con Amina. Sostienen que [‘Abd Allah] entró con Amina a su casa tras la celebración del matrimonio y yació con ella quedando preñada del Mensajero de Dios (BP). Luego salió de allí y se encontró con la mujer que se le había ofrecido [el día anterior], y le preguntó: ‘¿Qué pasa que no me ofreces hoy aquello que me ofreciste ayer?’. Ella respondió: ‘Te ha abandonado la luz que tenías ayer, y hoy no tengo ningún interés en ti’. Ella había escuchado de su hermano Waraqa ibn Nawfal —que se había vuelto cristiano y seguía las Escrituras— que iba a surgir en esta nación [los árabes] un profeta.

Dice Ibn Isḥāq: Me narró Abū Isḥāq ibn Yasār que le contaron que ‘Abd Allah entró donde una mujer que poseía[11] junto con Amina bint Wahab, y que venía de trabajar con arcilla por lo cual tenía sobre sí rastros de suciedad de ese elemento. Invitó a la mujer a unirse con él pero ella se demoraba porque lo veía sucio con la arcilla. Entonces él salió de donde ella estaba y se limpió y lavó las manchas de arcilla que tenía y después se dirigió resuelto a ver a Amina. Pasó junto a la mujer anterior y ella lo invitó [a copular] pero él se negó y fue con Amina y yació con ella que entonces quedó embarazada de Muḥammad (BP). Luego pasó junto a esa misma mujer y le preguntó: ‘¿Quieres algo?’, y ella contestó: ‘No. Pasaste junto a mí y tenías entre tus ojos un lucero blanco, te invité y te negaste entrando en lo de Amina, y ahora ha desaparecido [ese lucero de tu rostro]’.

Dice Ibn Isḥāq: Sostienen que esa mujer suya solía contar que él pasó junto a ella y tenía entre sus ojos un lucero similar al lunar blanco de un caballo. Decía: ‘Lo llamé, esperando que eso fuera mío, pero se negó y entró donde Amina yaciendo con ella y entonces quedó embarazada del Mensajero de Dios (BP)’.

Era por ende el Mensajero de Dios (BP) el más central[12] de su pueblo en cuanto a genealogía y el de mayor nobleza, por parte de su padre y de su madre.

Lo que le fue dicho a Amina cuando concibió al Mensajero de Dios (BP)

Sostienen —según dice la gente, pero Dios es Más Sabio— que Amina bint Wahab, la madre del Mensajero de Dios (BP), solía relatar que se le presentó [un ángel] cuando concibió al Mensajero de Dios (BP) y le dijo: ‘Has concebido al señor de esta nación, y cuando salga al mundo di: «Lo refugio bajo la protección del Único contra el mal de todo envidioso». Luego llámalo Muhammad’. Ella vio, cuando lo concibió, que una luz salía de ella, con la cual pudo ver los castillos de Busra[13] en tierras de Siria.

Muerte de ‘Abd Allah. Pasado un tiempo, murió ‘Abd Allah ibn ‘Abd Al-Muttalib, el padre del Mensajero de Dios (BP), mientras su esposa estaba todavía encinta del Profeta (BP).

El nacimiento del Mensajero de Dios (BP) y su amamantamiento

Dice Ibn Isḥāq: Nació el Mensajero de Dios (BP) un día lunes, cuando habían pasado doce noches del mes de Rabi’ Al-Awwal en el año del elefante[14].

Relato de Qays ibn Majrama sobre su nacimiento. Dice Ibn Isḥāq: Nos narró Al-Muttalib ibn ‘Abd Allah ibn Qays ibn Majrama, de su padre, de su abuelo, Qays ibn Majrama, quien afirmó: ‘Yo y el Mensajero de Dios (BP) nacimos el año del elefante, éramos pues coetáneos’.

Relato de Hassān ibn Zābit[15] sobre su nacimiento. Dice Ibn Isḥāq: Me narró Sāliḥ ibn Ibrahīm de… de…[16] Hassān lbn Zābit, quien dijo: ‘¡Por Dios!, que yo era un chiquillo de siete u ocho años, que ya comprendía todo lo que escuchaba, cuando oí a un judío gritar con su más fuerte voz, subido a una fortaleza en Yazrib[17]: «¡Congregación de los judíos!», hasta que se congregaron junto a él y le preguntaron: «¡Desdichado de ti! ¿Qué es lo que te pasa?» Respondió: «Esta noche ha surgido la estrella de Ahmad, bajo la cual ha nacido[18]»’.

(…)[19]

Anuncio de su madre a su abuelo de su nacimiento. Dice Ibn Isḥāq: Cuando su madre lo dio a luz, con él sean Bendición y Paz, mandó a llamar a su abuelo ‘Abd Al-Muttalib anunciándole: ‘Te ha nacido un hijo. Ven a verlo’[20]. Fue [‘Abd Al-Muttalib] y lo contempló; y entonces ella le contó lo que había visto cuando lo concibió, y lo que le fue dicho, y cómo le fue ordenado llamarlo.

Alegría de su abuelo por su nacimiento. Afirman que ‘Abd Al-Muttalib lo tomó y entró con él a la Ka’ba, comenzando a suplicar a Dios, agradeciéndole aquello que le había dado. Luego volvió con él donde su madre a quien lo entregó y buscó entonces para el Mensajero de Dios (BP) una nodriza [que lo amamante]. (…)

Genealogía de Halīma y de su padre. Dice Ibn Isḥāq: Consiguió para él como nodriza a una mujer de los Bani Sa’d ibn Bakr llamada Halīma, la hija de Abū Dhu’ayb. Abū Dhu’ayb es ‘Abd Allah ibn Al-Hāriz ibn…

Genealogía de su padre por amamantamiento. El nombre del apadrinante del Profeta, por parte de quien lo amamantó [el esposo de Halimat] es Al-Hariz Ibn ‘Abd Al-‘Uzza ibn Riqā’a ibn…

Sus hermanos de amamantamiento. Dice Ibn Isḥāq: Sus hermanos de leche fueron: ‘Abd Allah ibn Al-Hāriz, Unaysa bint Al-Hāriz y Hudhāfa bint Al-Hāriz[21], o sea Al-Shaymā —apodo que se impuso sobre su nombre al punto que era conocida entre los suyos solo por él—…. Mencionan que Al-Shaymā lo llevaba en sus brazos y lo cuidaba, al igual que su madre [Halīma], cuando estaba entre ellos.

La narración de Halīma sobre el beneficio que percibió cuando se lo entregaron. Dice Ibn Isḥāq: Me narró Ŷahm ibn Ŷahm… de parte de ‘Abd Allah ibn Ya’far ibn Abi Talib… quien dijo: ‘Halimat bint Abū Dhu’ayb la de tribu de Sa’d, la madre de leche Mensajero de Dios (BP), solía contar que salió de su comarca con su esposo y un hijo pequeño a quien daba el pecho, acompañada por mujeres de los Banu Sa’d ibn Bakr buscando [niños en edad de] amamantar. Y prosiguió: ‘Esto en un año estéril, en que no conservábamos nada. Salí sobre un asna blanquecina, junto a una camella vieja que teníamos, que —¡por Dios¡— no daba una gota [de leche]. No podíamos dormir por la noche completamente, por nuestro niño que estaba con nosotros, con su llanto debido al hambre. No tenía en mi pecho como para satisfacerlo, ni en nuestra vieja camella nada con que alimentarlo. Empero, anhelábamos [con nuestro viaje obtener] misericordia y consuelo. Entonces, salí sobre aquella asna mía, y demoré [la marcha] de la caravana, tanto que esto les resultó penoso, por la debilidad y el desfallecimiento [debido a la falta de comida], hasta que llegamos [finalmente] a la Meca, buscando a quien amamantar. No hubo ninguna de nuestras mujeres a quien no se le haya ofrecido [encargarse del] Mensajero de Dios (BP), rechazándolo cuando se les decía: «Es huérfano». Esto porque anhelábamos los favores del padre del niño, y decíamos: «¡Un huérfano! ¡Cómo podría beneficiamos su madre o su abuelo!», y lo desdeñábamos por esta causa. No quedó ninguna mujer de las que habían ido conmigo sin que hubiese tomado [a cargo] a un niño de pecho, excepto yo. Y cuando acordamos la partida le dije a mi esposo: «¡Por Dios!, detesto volver entre mis compañeras sin llevar un lactante. ¡Por Dios!, que iré de inmediato donde aquel huérfano y me lo llevaré». Me respondió: «Tú eres la que debe actuar, es posible que Dios nos otorgue por él la bendición». Fui entonces por él y me lo llevé, y no me decidió a hacerlo sino que no hubiese encontrado otro.

Cuando lo tomé volví con él a mi montura, y cuando lo puse en mi regazo, tuve un acrecentamiento de leche en mis senos tanto como pudieron, y él tomó hasta que se satisfizo, y tomó luego su hermano [de leche] hasta satisfacerse, después ambos se durmieron. No habíamos podido dormir con él antes de eso [por su llanto de hambre]. Luego mi esposo fue hacia aquella vieja camella, y he aquí que estaba abarrotada [de leche], entonces la ordeñó y bebió tanto como quiso, y yo con él, hasta que terminamos por estar saciados y ahítos, y pernoctamos en la mejor de las noches. Me dijo mi compañero cuando amanecimos: «¿Sabes? ¡Por Dios, Halīma!, he sentido un soplo bendito». Respondí: «¡Por Dios!, ansío que así sea». Luego salimos y monté en mi asna, y lo llevé conmigo [al Profeta] en ella. Y —¡por Dios!— que [mi asna antes remolona] sobrepasó a la caravana tanto que ninguno de sus asnos podía [alcanzarla], al punto que mis compañeras me decían: «¡Bint [hija de] Abū Dhu’ayb!, ¡desdichada de ti, detente y espéranos! ¿No es esta tu asna con la que saliste [de nuestra comarca]?». Yo les respondía: «¡Sí, por Dios que lo es!, es la mismísima». Y me contestaban: «¡Por Dios que [esta asna] tiene lo suyo!».

Posteriormente llegamos a nuestras moradas en la comarca de los Banu Sa’d. No recuerdo haber conocido un suelo más estéril que aquél sobre la tierra de Dios, pero mi ganado venía a mí repleto de leche cuando volvimos trayéndole [al Profeta], y nosotros lo ordeñábamos y bebíamos, pero ninguna persona podía ordeñar [entonces] ni una sola gota de leche, ni la encontraba en las ubres. Hasta el punto de que los que presenciaban [esto] entre los de nuestro pueblo decían a sus pastores: «¡Guay de vosotros!, ¡id donde va [a apacentar] el pastor de la hija de Abū Dhu’ayb!». Pero sus ganados volvían hambreados, sin poder dar ni una sola gota, mientras que mi ganado volvía ahíto de leche. Y no cesábamos de reconocer a Dios la abundancia y el bienestar. Hasta que transcurrieron sus dos años [de lactancia] y lo desteté [al Profeta]. Estaba crecido y fortificado como no lo está ningún niño, y no habían pasado dos años de su nacimiento cuando ya se había convertido en un niño robusto y fuerte.

Volvimos entonces con él donde su madre, mientras ardíamos en deseos, sobre todas las cosas, de que permaneciera con nosotros, por aquello que habíamos comprobado sobre su bendición (baraka). Hablamos con su madre y le dije: «[Sería bueno] Si dejaras a nuestro hijo conmigo hasta que sea más robusto, porque temo por él de las pestes de La Meca’. Y no dejamos de insistirle hasta que lo devolvió con nosotros.

Narración sobre los dos ángeles que rasgaron su vientre. Retornamos con él, y ¡por Dios!, después de algunos meses de haber llegado, estaba con su hermano [de leche, apacentando] a un pequeño animalito nuestro, detrás de nuestras casas, cuando vino a buscarnos su hermano, agitado, y me dijo a mí y a su padre: «A ese hermano mío, el qurayshí, lo han llevado dos hombres, que vestían ropas blancas; lo acostaron y le abrieron su vientre. ¡Ellos están revolviendo [el interior de su cuerpo]!». Salí entonces con su padre hacia donde estaba, y lo encontramos de pie, con el rostro cambiado; entonces me aferré a él, estrechándolo [también] su padre, y le pregunté: «¿Qué te pasó, hijito mío?». Respondió: «Me visitaron dos hombres, que tenían vestiduras blancas, me acostaron y abrieron mi vientre, y tomaron [de allí] algo que no sé qué era». Luego retomamos con él a nuestra morada.

Retorno de Halīma con él a su madre. Me dijo su padre [después de este episodio]: «¡Halīma!, temo que este niño haya recibido algo malo. ¡Devuélvelo a sus parientes antes que aparezca esto en él!». Entonces lo cargamos y nos presentamos con él a su madre. Exclamó [esta]: «¿Qué te hizo volver con él, nodriza? ¿No anhelabas estar con él, y que permaneciera contigo?». Respondí: «Dios ha hecho crecer a mi hijo y yo he cumplido mi obligación. Temo que le pase algo, por eso te lo devuelvo como tú lo deseas». Contestó [Amina]: «¿Qué es lo que te pasa? ¡Sé sincera conmigo, cuéntame!». Y no me dejó hasta que le conté. Exclamó: «¡¿Has tenido miedo de Satanás a su respecto?!». «Sí», respondí. Continuó ella: «¡De ningún modo!, ¡por Dios! que Satanás no tiene a su respecto ninguna influencia. Mi hijito tiene un rango [elevadísimo]. ¿Acaso no te informaré sobre él?». Contesté: «¡Claro que sí». Y ella prosiguió: «Cuando lo concebí vi que salía de mí una luz que alumbraba para mí los castillos de Busra, en tierras de Siria. Luego estuve embarazada con él, y —¡por Dios!— que nunca vi un embarazo más liviano ni más fácil que ese. Y cuando lo di a luz, posó sus manos en el suelo, elevando su cabeza hacia el cielo. ¡Déjamelo pues, y vete en paz!»’.

Su confirmación de esto cuando fue interrogado. Dice Ibn Isḥāq: Me narró Zawr ibn Yazīd, de alguien de la gente de conocimiento que considero que no es otro que Jālid ibn Ma’dān Al-Kalā’ī, que un grupo de los compañeros del Mensajero de Dios (BP), le preguntaron: ‘¡Mensajero de Dios!, infórmanos sobre ti mismo’. Respondió: «Sí, yo soy la súplica de mi padre Ibrahim [Abraham], y la buena nueva de mi hermano ‘Isa [Jesús]. Vio mi madre, cuando me concibió, que salía una luz de ella que le alumbraba los castillos de Siria. Fui amamantado en lo de Bani Sa’d ibn Bakr, y mientras estaba con un hermano mío [de leche] detrás de nuestras moradas apacentando unos animalillos, vinieron a mi dos hombres que llevaban vestiduras blancas, con una taza de oro llena de hielo, entonces me tomaron y abrieron mi vientre, extrajeron mi corazón y lo partieron, sacando de él como un coágulo negro, arrojándolo. Luego lavaron mi corazón y mis entrañas con ese hielo hasta dejarlo puro. Después uno de ellos dijo a su compañero: «¡Pésalo contra diez de su pueblo!». Y me pesó contra ellos y los sobrepujé. Luego le dijo: «¡Pésalo contra cien de su pueblo!». Y me pesó contra ellos y los sobrepujé. Continuó: «¡Pésalo contra mil de su pueblo!». Y me pesó contra ellos y los sobrepujé. Agregó: «¡Déjalo ya! ¡Por Dios que si lo pesaras contra todo su pueblo los sobrepujaría!»’.

Dice Ibn Isḥāq: Solía decir el Mensajero de Dios, la Bendición y la Paz sean con él: ‘No hubo Profeta que no haya apacentado el ganado’. Le preguntaron: ‘¿Y tú también, Mensajero de Dios?’. Respondió: ‘También yo’ ”.

Wal hamdu lillah.

Nun. ¡Por el Cálamo y lo que escriben. Que no eres, por la gracia de tu Señor, un poseso. Y tendrás sin duda una recompensa incesante. Eres en verdad de una naturaleza y un carácter extraordinario (Corán: 68:1 a 4)

Hasan Bize

Rabi Al-Awwal 1434

[1] O en el 213/828 según otras versiones.

[2] Hemos extraído los textos que aquí presentamos de Ibn Hishām, Al-Sīra Al-Nabawīya, Dār Al-Ma’rifa, Beirut, 2007, 1200 ps. La obra tiene dos secciones con numeraciones diferentes, los textos pertenecen a la primera sección.

[3] Cfr. Ibn Hishām, cit., I, p. 155-156. Esta práctica era realizada frente al ídolo Hubal y era una costumbre idólatra de la época para decidir asuntos importantes. Había allí siete flechas desplumadas (o tres, o dos) que tenían sobre sí una inscripción (“mi señor me ordena”, “mi señor me prohíbe”). Elegían una al azar y resolvían según la inscripción que había en ella.

[4] Cfr. Ibn Hishām, cit., I, p. 157.

[5] Cfr. Ibn Hishām, cit., I, p. 158.

[6] Cfr. Ibn Hishām, cit., I, ibídem.

[7] Cfr. Ibn Hishām, cit., I, p. 159. Todo lo que sigue es traducción del texto de Ibn Hishām con algunas omisiones para abreviar que se indican oportunamente, de la p. 159 a la 168.

[8] Sigue una larga genealogía —que eliminamos para no sobrecargar el relato—, que indica que era una mujer noble de los árabes. La mujer se llamaba Ruqayya según otras fuentes.

[9] Con estos tres puntos después de algunos nombres omitimos las largas genealogías que se indican en el texto a los que eran tan afectos los textos clásicos.

[10] Aquí se da la genealogía de las madres de los nobles árabes del árbol genealógico de Amina bint Wahab destacando su nobleza entre los Quraysh.

[11] Es decir: era una criada esclava sobre la cual el dueño tenía derecho de intimidad.

[12] En el punto medio, confluyendo en él (BP) de los principales clanes de Quraysh.

[13] Bosra, ciudad del sur de Siria, donde se conservan todavía las ruinas de castillos y anfiteatros de la época bizantina.

[14] El año en que Abraha asaltó la Meca con un ejército al frente del cual iba un elefante. Ver la Sura del elefante, Nº 105, donde se relata ese hecho.

[15] Este es el ansarí, oriundo de Medina, que luego se transformó en “el poeta del Mensajero de Dios (BP)” componiendo una oda en su nombre.

[16] Omitimos el isnad del hadiz.

[17] Antiguo nombre de Medina.

[18] Los judíos de Medina poseían tradiciones proféticas que anunciaban el nacimiento del más alabado (‘Ahmad’) bajo ciertos signos cósmicos que solo algunos conocían.

[19] Se confirma aquí de otra fuente la edad de Hassān en este evento.

[20] El jefe del clan era como el padre de todos los niños nacidos en él.

[21] Las dos últimas son mujeres.