Sobre el santo Profeta Muhammad (BP)

Yo ya era profeta cuando Adán estaba entre el agua y la arcilla. (Bujari, Abu Naim)

Muhammad, la paz sea con él, es el último y el Sello de todos los Profetas. Todos los otros fueron enviados a pueblos en particular en momentos dados, pero el Amado de Allah, el mejor de toda la creación, fue enviado como la misericordia de Dios para el universo, como el Profeta de toda la humanidad hasta el fin de los tiempos, y después en el Más Allá. Su condición de profeta precedió a la creación de Adán, el primer hombre y el primer profeta, porque él mismo dijo:

Yo ya era profeta cuando Adán estaba entre el agua y la arcilla. (Bujari, Abu Naim)

Dios creó la Luz de Muhammad, su alma, como Su primera creación. Él creó todo y todas las cosas a partir de la Luz de Muhammad. De esta manera, la esencia de toda la Profecía siempre estuvo presente en su alma, que fue la primera en ser creada; pero él declaró su condición de profeta, corporalmente en el tiempo, a la edad de 40 años. Es erróneo pensar que él “se convirtió” en un profeta a la edad de 40 años.

Su nacimiento

Muhammad, la paz y las bendiciones sean con él, fue un ser humano que vino a este mundo por medio de un padre, Abdullah, y una madre, Amina. Nació en la ciudad de Meca en Arabia, durante las tempranas horas de la mañana de un lunes, el 12° día de Rabi Al-Awwal en el Año del Elefante [570 d.C.], 52 días después de que los ejércitos de Abraha, quien había intentado destruir la Kaaba con sus elefantes, fueran milagrosamente derrotados.
Era de la familia de los Banu Hashim de la tribu del Quraysh, y descendiente del Profeta Ismael, hijo del Profeta Abraham, a través de la tribu de los Banu Kinana. Creció como un huérfano. Su padre murió antes de que él naciera y su madre murió cuando todavía era un niño pequeño. De ahí que, en vez de llamar a sus padres ante una necesidad, él llamaba a su Señor.
Era iletrado. Nunca tuvo a ningún hombre como maestro, y sin embargo, era el más sabio de los hombres, ya que tenía al Señor como su maestro.

Su manera de ser

Era el más generoso, el más valiente, el más gentil. Bajaba los ojos más a menudo de lo que los subía, y parecía más tímido que una niña cándida. Cuando alguien llegaba a él con una cara feliz, él tomaba su mano.

Cuando le llevaban regalos, preguntaba si eran limosnas o presentes. Aceptaba los regalos y declinaba las limosnas. Sin embargo, los regalos no se quedaban en su mano o en su casa por mucho tiempo. Los regalaba a otros.
Solía sacarse los zapatos cuando se sentaba, doblando y recogiendo la falda de su túnica. Siempre se sentaba sobre el suelo con las rodillas levantadas a la altura del pecho.
Se mantenía en silencio durante largos periodos y se reía poco; sin embargo, tenía sentido del humor y le gustaba ver sonreír a otros. Cuando se reunía con su gente, primero les daba el saludo de paz y bendiciones, y luego los abrazaba. Acariciándolos, suplicaba por ellos. Cuando estaba con otra gente, él no se iba hasta que ellos hubieran partido, y cuando tomaba la mano de alguien, no retiraba la suya hasta que la otra persona la soltara. Cuando alguien le susurraba al oído algo que no quería que otros escuchasen, él no retiraba su cara hasta que el otro lo hiciera.
Era muy compasivo y amoroso, especialmente con los mujeres y los niños. Cuando le prometía algo a alguien, cumplía su promesa sin falta a la primera oportunidad.
Cuando se sentaba con su gente, ellos se sentaban a su alrededor en círculo y, enamorados y fascinados, permanecían tan silenciosos y quietos que si un pájaro se hubiera posado sobre sus cabezas, no se habría volado.
Mientras hablaba, a menudo elevaba sus ojos al cielo. Cuando le anunciaban algo que le complacía muchísimo, inmediatamente se prosternaba como un gesto de agradecimiento a Allah, y su rostro brillaba como la luna llena. Cuando empezaba a hablar, siempre sonreía.

En todas sus relaciones, nunca fue causa de que dos personas se enojaban entre ellas o tuvieran que defenderse. Cuando se le pedía algo, lo daba si lo tenía. Si no lo tenía, no se rehusaba, pero no respondía. Nunca decía que no. Cuando se le pedía hacer algo, si era posible decía que sí. Si no era posible, se mantenía en silencio. No se acercaba ni escuchaba a gente que él sabía que sería malhablada, y no aceptaba que las personas hablaran mal unas de otras.
Hablaba con mucha claridad, separando cada palabra, de modo que uno fácilmente podía contar cada vocablo si uno quería hacerlo. Cuando hablaba en público, repetía cada frase tres veces para asegurarse que había sido bien comprendida, pero no la repetía nuevamente.
No le gustaban las personas que eran chillonas y rudas. Prefería a las personas que hablaban suavemente. Tampoco le gustaban las personas que hacían muchas preguntas.
Olía maravillosamente. Por su perfume, que lo precedía, la gente sabía que él venía. Como su perfume permanecía, la gente sabía cuándo él había estado en algún lugar.

¡Oh, Allah, en tanto el día se vuelva noche y la noche se retire para que vuelva el día, en tanto los tiempos se sucedan uno al otro, en tanto el día y la noche se sucedan sin cesar entre sí, y en tanto las estrellas brillantes permanezcan suspendidas en el firmamento, Te rogamos que confieras Tu gracia y favores a nuestro Señor Muhammad, y que transmitas a su santa alma y a las almas de la gente de su casa nuestros saludos y nuestro respeto, y que le concedas Tu paz y Tus bendiciones en gran abundancia!

Que Allah otorgue Su paz y Sus bendiciones a nuestro señor Muhammad y a todos los profetas y mensajeros, a los santos y a los siervos virtuoso, a los ángeles y a aquellos que residen cerca del Trono de la Gracia, y a los siervos obedientes y vigilantes entre la gente de la tierra y lo que moran en los cielos. Y que Allah el Altísimo esté complacido con Su Profeta y con todos su Compañeros y su comunidad. Amin

Fuente: Imam Birgivi (un místico musulmán del siglo XVI)
Interpretado por Sheij Tosun Bayrak al-Jerrahi al-Halveti
Editorial El Sereno