Tomar conciencia del pobre y el hambriento

Aquellos que mantienen el ayuno toman conciencia de la condición del hambriento. En tanto tengamos nuestra panza llena, no tendremos la menor idea de lo que significa pasar hambre. Ayunar doblega al yo inferior y fortalece el espíritu. Pasando hambre y sed, experimentamos en alguna medida cómo será en la Resurrección, antes de que esperemos el mandato de Allah y sintamos realmente la violencia y el terror de ese día. Nada puede subyugar tan efectivamente al yo inferior como el hambre y la sed.

Para poder enseñarnos la naturaleza abyecta del yo inferior, Allah, Exaltado es Él, le preguntó cuando lo creó: “¿Quién eres tú y quién soy Yo?” Cuando el yo respondió: “Lo que sea que Tú eres, también yo lo soy”, entonces Allah lo quemó en el fuego durante mil años, luego lo sacó y repitió la misma pregunta. Como la respuesta siguió siendo la misma, lo congeló durante mil años en un Infierno helado. Cuando lo sacó y le preguntó una vez más: “¿Quién soy Yo y quién eres tú?” la respuesta fue otra vez la misma. Esta vez lo dejó pasar hambre y sed durante mil años. Se dice que cuando se repitió la pregunta después de eso, el yo inferior estaba reducido a la impotencia y dijo: “Soy una mera criatura, pero Tú eres el Señor de todos los mundos”.

Bien, si has mantenido el ayuno, has aprendido lo que significa pasar hambre. ¡Ahora deja tu fuego apagado durante un día y averigua cómo es para aquellos que no pueden calentar su hogar! No uses zapatos un día; ¡camina descalzo por la nieve y el hielo para averiguar cómo es para aquellos que siempre van descalzos por el barro y el lodo! ¡Deja tus ventanas abiertas un día y comprende lo que es vivir en una casa sin ellas! ¡Sal a la calle sin tu abrigo un día frío de invierno, sólo para saber cómo es para aquellos que no tienen ningún abrigo! En tanto tengas la panza llena, no sabrás nada sobre la condición de los hambrientos: en tanto tu propia casa esté caliente, no entenderás las acciones de aquellos que viven sin calor; en tanto tus propios pies estén bien calzados, en tanto tengas gruesas ropas y un abrigo para usar, no tendrás la menor idea del estado de aquellos que van descalzos y desnudos.
Satisface al hambriento, para que el Paraíso pueda amarte. Viste al desnudo, para que no estés tú desnudo en el próximo día de la Resurrección, cuando todos los demás estén desnudos. Toma conciencia de la condición de todos esos indigentes y huérfanos, porque tu propia esposa puede llegar a convertirse en una indigente y tus propios hijos en huérfanos. La rueda del destino gira. Ninguno de nosotros sabe lo que sucederá: una gran riqueza puede estar condenada a la extinción y muchos, ahora despreciados, pueden llegar a elevarse a las alturas de la dignidad y el honor.
Ofrece comida en el momento de romper el ayuno: dales placer a los creyentes pobres. Proporcionar comida para romper el ayuno es tan meritorio para el creyente como el ayuno mismo. ¡Que la mesa de tu comedor esté abierta! ¡Convida a algunos de los creyentes y siervos de Allah, así como Allah te ha previsto a ti, para que así puedas obtener éxito!

Los Hijos de Israel Invitan al Señor a Una Comida

Los hijos de Israel le dijeron cierta vez al venerable Moisés: “Oh Moisés, estamos invitando a nuestro Señor a una comida. ¡Habla con Allah para que acepte nuestra invitación!” El venerable Moisés respondió, enojado: “¿Acaso no sabes que mi Señor está exento de comer comida?” Pero cuando fue al Monte Sinaí, oyó las palabras divinas: “¿Por qué no me informas de la invitación? ¡Mis siervos me han invitado!” Moisés dijo: “Me avergüenza informarle a Tu Divina Esencia sobre semejante invitación”, pero el Señor ordenó: “Diles a mis siervos que iré a su fiesta el viernes por la noche”.
El venerable Moisés transmitió este mensaje a su pueblo, y dieron comienzo a grandes preparativos. Se sacrificaron animales; se prepararon kebabs, platos de arroz y golosinas. Luego se completó todo y se esperó al huésped. Este huésped no era ningún mero monarca o gobernador, sino Allah, el Señor del cielo y la tierra. Hacia el anochecer, llegó un anciano, cansado de un largo viaje y cubierto de polvo de pies a cabeza. “Tengo tanta hambre”, le dijo a Moisés, “¡dame mucho de comer!” pero el venerable Moisés dijo: “Ten paciencia. El Señor de Todos los Mundos está por venir. Toma este jarro y busca agua. También puedes servir”. El anciano trajo agua, y después repitió al Profeta Moisés: “Estoy muy cansado y hambriento. Permíteme calmar mi hambre”. Pero el Profeta Moisés lo despidió con las palabras: “Este no es el momento para eso. El Señor Todo Glorioso viene como invitado nuestro. Encuentra algo para hacer”. Había llegado el momento para las oraciones de la noche, pero no había venido nadie. Los notables empezaron a criticar a Moisés, la paz sea con él, por haberlos engañado y haber gastado tanto porque se suponía que vendría Allah. El área del banquete estaba alborotado, todos le gritaban al venerable Profeta: “Nos hiciste creer que Allah vendría. Pero no hay nadie”. El venerable Moisés estaba desconcertado, de modo que se fue al Monte Sinaí. Estaba muy preocupado por haber sido deshonrado ante su pueblo. ¿Cómo podía haber sucedido algo así? Su Señor le había dado Su palabra, pero no había venido como lo había prometido”. “Mi Señor” dijo, “he sido avergonzado delante de mi pueblo. No viniste como prometiste que lo harías”. Pero oyó al Todopoderoso que se dirigía a él con estas palabras: “Interlocutor Mío, Yo fui. En realidad me acerqué a ti mismo. Pero cuando te dije que tenía hambre, Me mandaste a buscar agua. Volví a tu lado, pero Me enviaste a servir. Ni tú ni tu pueblo fueron capaces de agasajarme con honor”. “Mi Señor, un anciano llegó y me pidió comida. Pero era un mero mortal. ¿Cómo puede ser?” “Yo estaba junto a ese siervo Mío, Honrarlo a él hubiera sido servirme a Mí”. “Todos los cielos son demasiado pequeños para contenerme, pero no así los corazones de Mis siervos. Yo no como ni bebo, pero tengo siervos a quienes honrar, y es como honrarme a Mí. Cuidarlos a ellos es cuidarme a Mí. Herirlos a ellos es herirme a Mí. Despreciarlos a ellos es despreciarme a Mí”

¡Amor para aquellos que entienden este misterio, y afortunado el que ha sido capaz de producir esa compresión! ¡No despidas con las manos vacías al mendigo que llega a tu puerta! ¡Trata siempre bien a la gente, sin que importe quiénes son! ¡Sé respetuoso y bondadoso incluso con un incrédulo! Encontrarás tu recompensa en este mundo y en el Más Allá. ¡No desilusiones a una persona porque sea un incrédulo! También él es un ser humano. Su esencia es pura, aunque sus atributos no estén limpios. Si llega a la fe, incluso después de ochenta años en la incredulidad, entrará al Paraíso. Aunque haya pecado durante cuarenta años, aunque haya desobedecido durante cien, si se arrepiente y abandona sus costumbres pecaminosas por las buenas, su arrepentimiento será aceptado y se convertirá en un siervo digno.
Dale comida y bebida al pobre, del sustento que Dios te ha dado. Lo digo otra vez: incluso el incrédulo debería compartir tu dádiva. ¡Nunca despidas con las manos vacías a los que llegan a tu puerta! Lo que no das con la bondad de tu corazón, algún tirano te lo puede llegar a quitar por la fuerza. Si rechazas a alguien que está destinado a recibir su provisión de ti, más tarde Allah hará que se la lleves y se la entregues personalmente.

Sheikh Muzaffer Ozak al Yerrahi

“Irshad Sabiduría de un maestro sufí” Vol 1 [Editora Yerrahi Argentina]